Reseña sobre "Yihad: El auge del islamismo en Asia central" de Ahmed Rashid (2003)
Ahmed Rashid, oriundo de Paquistán, corresponsal de Far Eastearn Economic Review y del Daily Telegraph en Afganistán, Paquistán y Asia central, entre otros trabajos en medios de comunicación a nivel internacional y académico, vuelca en este libro, publicado en 2003, una descripción detallada sobre el porqué de los conflictos de diversa índole en Asia Central, basada en su historia y en su realidad política y social, así como en diversa bibliografía y entrevistas a personas sobre el terreno, muchas llevadas a cabo por él, para entender los diversos conflictos que azotan esta parte del mundo.
Explica que el contenido básico del término religioso yihad, contemplado en el Corán, es la búsqueda y el esfuerzo de cada fiel para perfeccionarse como ser humano y esto a su vez se presenta como una prueba de su fe en Dios y la voluntad de cumplir Su mandato en la Tierra; todo esto genera un beneficio que redunda en toda la comunidad a la que pertenecen.
Claramente, en la práctica, desde mi punto de vista, ya desde el profeta Mahoma se interpreta y materializa en una yihad tanto por medios "pacíficos" (véase, por ejemplo, la carta enviada por Mahoma al Califa de Bahrein donde le insta a la conversión al Islam con un estilo de redacción cuidado pero que podía llegar a considerarse amenazador) o por medios propiamente bélicos y el método de la invasión y conquista. Esta forma de extensión del Islam en sus inicios por una figura tan venerada como Mahoma ha podido introducir en la tradición musulmana la idea de derrocar con militancia cuando es necesario a un gobernante injusto con su pueblo y con la religión y que esté completamente justificado.
Y aquí es donde entra en juego la acción política por medios bélicos y motivos religiosos que desde un punto de vista acomodado en el etnocentrismo occidental donde la cúpula política y religiosa están claramente separadas y diferenciadas pueda parecer difícil de comprender.
Relata, a su vez, cómo el paso de diferentes imperios en la zona deja una auténtica riqueza y diversidad étnica y planta la semilla del Islam en sus gentes, que desde que cae en manos del Imperio zarista empieza a sufrir la represión religiosa.
Coincidiendo con la Revolución Rusa la zona se ve envuelta en una terrible hambruna y se empieza a engendrar así el sentimiento antiruso. Es entonces cuando los bolcheviques, para lograr su apoyo en contra de los zaristas, les prometen la "autodeterminación" y los centroasiáticos visualizan un posible cambio para ellos descubriendo el nacionalismo y entendiéndolo como la libertad de ser ellos mismos y así poder practicar el Islam libremente.
Nada más lejos de la realidad, puesto que la autodeterminación no se dio en esos términos y una vez que los bolcheviques lograron ganar la guerra civil y derrocar al Imperio zarista, conquistaron Asia central e impusieron el gobierno de partido único en la zona. Y por supuesto, también ellos siguieron reprimiendo la fe islámica puesto que el Partido Comunista lo consideraba una consecuencia de la "decadencia burguesa" y tomó medidas represivas en contra de todas las religiones en toda la nueva Rusia comunista.
Stalin, sólo ante la invasión hitleriana en Rusia y con la idea de apaciguar a la sociedad y que aunaran fuerzas para la II Guerra Mundial, creo unos cientos de directorios espirituales que por supuesto vieron su fin una vez terminada la II GM.
Creo que es fácil entender, después de estos sucesos la impotencia de esta sociedad que como cuando estalla la revolución rusa, así como, posteriormente cuando Stalin abre aquellos directorios, se lo tomarán como un halo de esperanza en cuanto a su derecho fundamental de libertad religiosa que se vio totalmente truncado en ambas ocasiones y lo vieran como un gesto de deslealtad por parte de aquel papá-Estado en el que ellos confiaron alguna vez y que vieron como solución de todos sus problemas. Y así, en consecuencia, se empezarán a gestar corrientes de pensamiento locales, las cuales muchas de ellas encuentran sus raíces en la época tribal, y se empezarán a posicionar de una forma u otra en cuanto a los temas de índole religioso y político que les resultaban propios para intentar hallar así una solución a sus problemas, aunque siempre en la clandestinidad.
Esto llegó a suponer una amenaza tal para Stalin que decidió redibujar el mapa de Asia Central para intentar quebrar estas corrientes de pensamiento político y religioso, sin tener en cuenta el mapa geográfico ni étnico. Esto no sirvió sino para agravar los problemas políticos, sociales y económicos de la zona pero no consiguió acabar con lo que era su principal objetivo, derrocar mediante la división y desfragmentación política los grupos que se estaban formando en Asia Central.
Con la llegada de la perestroika que Gorbachov instauró en la década de los 80 estalló el interés por el Islam que asombró a los rusos, pero es que sucedió porque el Islam había seguido estando ahí todos esos años, nunca desapareció. Comenzaron a llegar textos de Pakistán y Arabia Saudí y no paraban de abrirse mezquitas por toda la zona. Además, la participación de los euroasiáticos en la guerra contra Afganistán había incrementado el trasiego entre ambas zonas. Los euroasiáticos regresaban a casa embelesados con el enemigo, reconocidos en su rostro donde se reflejaba una etnia parecida a la suya y asombrados porque veían que sus hermanos afganos luchaban (aunque contra ellos) por el mismo motivo que ellos anhelaban desde los inicios de la influencia rusa sobre la zona: su derecho a ser libres, musulmanes.
Tras el derrumbamiento de la URSS, ésta “niega” cualquier tipo de responsabilidad en cuanto a política interna y asuntos sociales para con los territorios centroasiáticos y éstos se ven completamente desprotegidos puesto que toda su organización dependía de Moscú.
Evidentemente la URSS no contó en absoluto, en su llegada al fin, con ningún territorio de la zona lo cual enfadó desmesuradamente a todos sus dirigentes. Por primera vez las repúblicas (véanse, Kajazistan, Kirguizistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán que son las que nos atañen) eran independientes pero estos dirigentes, en vez de atajar sus problemas internos, viendo peligrar sus cargos y perteneciendo a la línea comunista más dura (todos habían sido formados académica y militarmente en Rusia) optaron por reprimir y descalificar las exigencias de su pueblo.
Estos gobiernos también se vieron desprovistos de tecnócratas que ayudaran al desarrollo puesto que toda la gente especializada en estos países eran rusos colocados por Moscú que después de la desintegración de la URSS se repliegan volviendo a Rusia.
La militancia islámica entonces toma cuerpo y forma definitivamente a modo de oposición local con diversos partidos políticos como el MIU o Hizb u-Tahrir entre otros (cada uno con su propia ideología política e interpretación islámica), a la vez que se desencadenan oleadas de violencia en todos los países e incluso estallan guerras atroces como, por ejemplo, la civil en Tayikistán.
Los dirigentes siguieron respondiendo a todos los ataques con más represión religiosa (tildando, por ejemplo, a cualquier forma de Islam como “wahabí” en un intento de descalificar a esta religión o no legalizando partidos políticos con fundamentos islámicos), con censura en los medios de comunicación, coartando sistemáticamente la libertad de expresión periodística hasta cotas insospechadas, deteniendo a personas inocentes, idolatrando su propia imagen en un intento de conseguir una adulación del pueblo mientras que la corrupción política y el narcotráfico se extendía a través de todos los estratos oficiales de los estados y todo esto, a su vez, mientras se despilfarran las míseras ayudas que recibían de organismos internacionales y acrecentando su deuda pública hasta niveles estratosféricos mientras que la hambruna, la carencia de viviendas y la falta de oportunidad y libertad seguían siendo, en este caso, y nunca mejor dicho, el opio del pueblo.
Hoy por hoy, estas repúblicas, forman parte de lo que Ahmed Rashid define como “el Gran Juego” (cuya autoría de acuñación ha sido bastante discutida, puesto que hay muchos autores que niegan que fuese Ahmed Rashid el primero en usarlo aunque éste sigue defendiéndose ante estas acusaciones).
Se podría definir como una lucha constante basada en el equilibrio del potencial político, económico y geoestratégico a nivel mundial llevada a cabo por parte de las políticas exteriores de las grandes superpotencias (pudiéndose resumir cómodamente en EEUU, Rusia y China), de las cuales las repúblicas centroasiáticas son peones claves en el tablero y cuyos dirigentes, sin ideas claras y problemas de base, se arriman al calor del sol que más calienta según crean que les conviene o no, no acertando prácticamente nunca o no dejando consolidar esas relaciones, rompiéndolas de forma arbitraria y creando nuevas relaciones con otras superpotencias rivales de aquella primera con quien firmaron anteriormente.
Las grandes bazas de este gran juego son cosas tan básicas para el motor mundial como el control y la nueva construcción de oleoductos y gasoductos, sobre los cuales cada superpotencia tiene intereses claros y determinados, e incluso lo que nos venden como “la consecución de la estabilidad internacional” llevada a cabo siempre mediante la creación de bases militares (sobre todo estando esta zona tan próxima a Afganistán e incluso a Irán) cuando no es más que un total control de una zona tan estratégica e interesante a nivel económico (gas, petróleo, minerales aún prácticamente por explotar) redundando siempre en intereses propios de cada superpotencia.
Tristemente, estas repúblicas no se verán realmente recompensadas, es decir, no verán oportunidades claras y efectivas de desarrollo, por participar en el juego hasta que no logren estabilidad interna puesto que, por ejemplo, a nivel económico se le cierran todas las puertas dado que la inversión extranjera no confía en la seguridad de sus beneficios en una zona tan inestable e insegura, algo bastante coherente y entendible por otro lado.
Como conclusión final sobre el libro, decir que según mi punto de vista resulta un documento básico y fundamental de primer contacto con el conflicto centroasiático bastante esclarecedor e interesante (parece cuanto menos curioso que fuera un best-seller de gran éxito en EEUU), muy rico en bibliografía y fuentes y de un estilo narrativo bastante cercano y ameno aunque bien es cierto que se ha de leer con atención puesto que los datos, sucesos y fechas, se atropellan en gran parte del libro unos a otros sin estar debidamente clasificados y sólo con la atención antes mencionada se consigue paso a paso entender el entuerto sobre los conflictos que recoge.