Los tres modelos, por antonomasia de la mediación, basan el proceso y el éxito de la mediación
haciendo énfasis en diferentes puntos de la misma. Vemos cómo el de Fisher-Ury lo
hace desde la consecución del acuerdo, el de Bush y Folger desde el reconocimiento y
afianzamiento de las partes y el de Sara Cobb desde la comunicación entre ellas para
mejorar la relación y que sean las partes mismas las que lleguen por sí solas al acuerdo.
Cada uno de los modelos son diferentes entre sí pero se destaca el hecho de que
ninguno de los tres per se consiguen “la perfecta mediación intercultural” sino que
brindan excelentes puntos fuertes que pueden ser utilizados en este tipo particular de
mediación, y a falta de una metodología que recoja todas sus ventajas y las integre lo
ideal será entremezclarlas sabiamente. Por ello pasaré a mencionar las ventajas
sobresalientes de cada una de ellas.
El modelo de Fisher-Ury, concebido para negociar en su significado más literal,
se hace hincapié en separar el problema de las personas, y a pesar de que esto pueda
tomarse como un obstáculo en la relación entre las partes, ya que es cierto que ambas
se retroalimentan, creo que es importante delimitar, en momentos en concreto, lo
personal del problema en sí para intentar trabajar solamente en él. La mejora de la
relación siempre fructífera se utilizará para otros momentos. Es decir, las partes
acudirán al proceso con posiciones claras e inamovibles en un primer momento y no se
centrarán en los obstáculos que hay realmente entre ellos. La capacidad creativa del
mediador ayudará en este punto a usar criterios objetivos para negociar sobre una base
neutral ajena a la voluntad (posicionamiento) inicial de las partes, que deberán ser
prácticos y aplicables a ambos. Esto traerá consigo evitar la estigmatización étnica y la
culpabilidad sobre el otro y se abordarán concisamente los intereses comunes y
prácticos, que suelen ser ajenos a las diferencias culturales. Así pues, se podrá
concretar que este modelo será vital a la hora de negociar un acuerdo común.
El modelo de Bush y Folger, como ventaja más sustancial, trae consigo la
mejora de la relación entre las partes, que supondrá la consecución del acuerdo, no
siendo este el fin último del proceso, sino que nacerá fruto de la buena comunicación
entre ambos. Claramente, esto será crucial en una mediación intercultural, puesto que
normalmente, el desacuerdo se da por no entender las prácticas de la otra parte a nivel
cultural. Con lo cual, nos encontramos con un modelo que aprovecha dicho conflicto
como una oportunidad para el diálogo intercultural, más que como un obstáculo.
Se fortalecerá a cada una de las partes mediante la revalorización del uno que insufla estímulo, confianza y el fortalecimiento de cada una de las partes a la hora de abordar los conflictos, ya que estas suelen llegar con el autoestima minado por no haber conseguido un acuerdo por sí mismos y por lo tanto sintiéndose pequeños ante el conflicto y de haberse expuesto la limitación de sus habilidades ante la sociedad. Este modelo ayudará a que las partes participen activamente y personalmente en la mejora de su relación que dará lugar a un distanciamiento de la propia cultura para el mejor entendimiento de la dimensión del conflicto así como una sensibilidad idónea para entender la del otro. Otra de sus ventajas viene dada por la sensación experimentada de las partes de co-protagonismo de ambos en el proceso que dará lugar a una simetría y equidad donde ninguno se vea inferior y traiga consigo solidaridad, al verse las partes seguras en su postura y así atender a la del otro, es decir, el reconocimiento del otro. La capacidad creativa del mediador en este proceso tendrá que encontrar un modo de crear empatía entre las partes que les lleve a abstraerse para entender al otro y sentirse seguros, tarea ardua para el mediador puesto que dinamizar la mediación hasta ese punto reportará grandes beneficios como la tolerancia, el respeto y la seguridad claves para un entendimiento intercultural, ya que se eliminarán los prejuicios y esteriotipos en aras del interés por el otro.
El tercer modelo, de Sara Cobb, parece ser a priori el más completo y el que mejor se adapte a un proceso de mediación social a todos los niveles, con lo cual tendrá también grandes ventajas en el proceso intercultural en particular. Se basa en la creación de contextos donde las diferencias consten así como los cambios de significación (en nuestro caso que salgan a la luz las claves culturales que bloquean a las partes), pero que estas se vean legitimizadas como interlocutoras. Los puntos fuertes son la importancia de las coyunturas de las partes (a todos los niveles, sociales, jurídicos, económicos…) que claramente traerán consigo cierta empatía por parte del sujeto dominante, fin que también persiguen Bush y Folger; las distintas fases también resultan interesantes ya que la pre-reunión de la mediadora con ambas partes previo al encuentro hará que conozcan “las reglas del juego” y vayan conociendo lo que estas suponen a la hora del proceso y creará un vínculo de confianza de cada parte en relación al mediador que ayudará a la legitimización y reconocimiento de este, que anulará la creencia de “soy inútil por necesitar que una tercera persona me solucione los problemas”. La comunicación y la atención a la narrativa de cada historia de las diferentes partes es su ventaja estrella, ya que se sentirán sus historias y peticiones escuchadas lo cual facilita el entendimiento.
El modelo de Cobb resulta tan brillante por su teoría sobre la construcción de las
narrativas que las partes elaboran sobre el conflicto. Analizando cómo se estructura el
discurso que traen consigo las personas se desprende que cada una de ellas lo elabora
desde una visión en la cual la otra persona es culpable de todos los males, es decir,
tendemos a victimizar el discurso para legitimarnos en nuestras posiciones sin tener en
cuenta las razones o situación de la otra parte, nos restamos protagonismo ya que no
analizamos qué parte de responsabilidad hemos tenido a la hora de llegar a esa
situación.
Me parece que este modelo sobre todo es aplicable a conflictos personales, es decir,
donde hay una carga emocional fuerte ya que mediante la posibilidad de introducir
preguntas circulares se consigue que la persona empatice, sobre todo teniendo en
cuenta la recontextualización a las que estas preguntas llevan, fomentando que las
partes rememoren aquellos momentos en los cuales no todo fue tan malo y había cierto
aprecio hacia la otra persona con la cual viven el conflicto actual.
La elaboración de la historia alternativa es un proceso milagroso ya que pese a ser la
historia de ambos, la historia de por qué se ha llegado a una situación conflictiva, las
narrativas con las que las partes llegan al proceso son culpables de que las partes no
sean capaces de detectarla previamente. A todos nos ha pasado estar presentes en una
discusión entre amigos, por ejemplo, que empiezan a discutir acaloradamente sobre una
cuestión y darnos cuenta de lo que realmente está pasando entre ellos, del núcleo de su
desencuentro hasta el punto de que la discusión parece ridícula ya que la causa del
enfrentamiento es más que visible ya que no formamos parte del conflicto. Eso tan
evidente para la persona que no está enfrascada en esa situación es la historia
alternativa e intentamos ayudar simplemente contándola, ya que nuestros amigos como
partes activas de la situación conflictiva y estando férreamente sujetos a sus posiciones
no son capaces de ver.
Este relato anónimo me ha fascinado y sirve como síntesis
perfecta para el modelo de Cobb y, en definitiva, para la vida misma:
"Cuidado con los pensamientos: estos se transforman en palabras,
cuidado con las palabras: estas se transforman en acción,
cuidado con las acciones: estas se transforman en hábitos,
cuidado con los actos: estos moldean el carácter,
cuidado con el carácter: este controla tu destino"
Todos podemos configurar nuestros discursos, posiciones y carácter racionalmente para
poder resolver nuestros problemas favorablemente.
Concluyendo, a mi modo de entender, el proceso de mediación ideal será el que tenga en cuenta lo anteriormente expuesto. Modelo de Sara Cobb para iniciar el proceso y escuchar las historias de las partes, siguiendo con el modelo de Bush y Folger para mejorar la relación entre las partes y que estas se sientan valorizadas y finalmente el modelo de Fisher y Ury para negociar los acuerdos más concretos. Acudir al modelo de Cobb de reuniones a solas con las partes para desbloquearlas en los momentos más difíciles ayudará a que el proceso no se anquilose.
Es absolutamente necesaria una nueva metodología integradora para sacar el mayor beneficio de las ya existentes y no centrar tanto el debate en cuál es mejor o más útil que el resto. De hecho, en la práctica sí se utilizan los diferentes modelos según las necesidades que van surgiendo en el proceso de la resolución.
No comments:
Post a Comment